lunes, 6 de octubre de 2008

4.44

Las 4.44
Mi hora del día... aunque esta vez sea en madrugada.

Afuera se duerme,
yo en cambio, una vez más espero el sueño desde el teclado.

Ante la imposibilidad de llegar al sueño, es que he decidido ganarle las horas que le perderé a mañana cuando finalmente logre descansar, y así trabajo desvelada.
No es novedad esto. Nunca lo fue y siento que no dejará de serlo tampoco. Por lo menos no en un futuro próximo.

Dado que a éstas horas no es sólo cuando yo finalmente trabajo, sino cuando mi mente también llega a sus niveles más desbordados de cualquier cosa, es entonces cuando genero este espacio; como para que no todo se quede por ahí flotando. También porque es en estos espacios cuando me permito pensar en infinito.

Sí, hay también los días en los que duermo; los días en los que las estructuras son un poco más ortodoxas,más laxas...quizás hasta más sabias. Definitivamente más amables.

Hoy, y en este instante mi mente se desconoce. El cansancio genera berrinches que se convierten en rabia, la cual se convierte a su vez en cálculos agudos de venganza, o en opiniones lúcidas y agravadas. En sofisticadas formas de vengar el descanso negado por la mente que se devora así misma... en esta ciudad de madrugada.

Mañana llegará el Lunes... seguramente con esa disposición tan entusiasta y hasta petulante de los Lunes con sus mañanas y apuros y agendas y todo tipo de resoluciones que se encomiendan.
Bajo esa luz, mi mente de hoy noche se sentirá ajena, anacrónica.
Seguro también sentirá un poco de culpa.
Pero se quedará callada, contenida, no le contará a nadie sus andanzas...
sabe que le esperan más noche de estas...
...aquellas en las que convive sólo con los límites de si misma.
Donde late toda ella... libre, lúcida y siempre un poco perversa.